viernes, 19 de marzo de 2010

Noviembre


Ahora bien, ¡cuánto que me gustaría escribir cuentos de horror! que transcurran en una selva, en un bosque, con un olvidado viviendo en una cabaña, dueño de una sierra eléctrica y un hacha. Y si eso no fuese lo mío, me gustaría poder escribir cuentos de suspenso en una gran urbe contaminada, sucia, exclusión, odio, violencia, putas, borrachos, policías corruptos y malditos, con un olvidado viviendo en un edificio, ¡perdón! en un edificio abandonado, y que estrangule muchachas; muchas muchachitas inocentes y no inocentes; mucha sangre. Y si eso siguiese sin ser lo mío, todavía me quedaría la Ciencia Ficción. Y si eso aún no me convenciera me rebajaría a hablar del remisero que está guardando el Fiat Duna en el garage de enfrente de mi casa; no perdón, lo está sacando. También podría seguir rebajándome e intentar ser el nuevo Bucay de una juventud hipersugestionable. Y si eso siguiera sin ser lo mío les contaría sobre la formación del primer seleccionado amateur en disputar un partido internacional contra un combinado Escocés en el palmar de Entre Ríos (compartí el maltratado campo de juego con mi viejo, jugué de 2, y desde ahí empezó él a confiar en que yo podía ser el último hombre, y bueno… desde ese momento soy el último para todo). Y si eso efectivamente, seguiría sin ser lo mío, tendría que ponerme otra vez a hablar de vos. Pero… shhh shhh que apenas está arrancando Noviembre.

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